Banderas al viento

Jamás se vieron tantas banderas por la calle, ni cuando la Transición por el furor aquel de los fachas que exhibían desafiantes la "enseña nacional" con el aguilucho de Franco y de su santísima iglesia colaboracionista.
Ahora veo banderas en coches, motos, balcones, ventanas, áticos... La intención no es la misma de entonces, no son banderas de nostálgicos que representan a curas, pistoleros falangistas y un ejercito aún golpista.
Tampoco es exactamente la misma bandera, esta luce el escudo borbónico. Pero a mi no me gusta ninguna, ni aquella ni esta, ni la del Vaticano ni la ikurriña, no me gustan las banderas ni el vocerío que las acompaña.
Las banderas de ahora apoyan a la selección de fútbol que representa a nuestro país, pero los "gritos de guerra" son los mismos que se escuchan junto a otras banderas y pendones. Fanfarronería, triunfalismo, espíritu de venganza, afán de humillación, "somos los mejores", "soy español, español..."
Sí, yo también quiero que gane La Roja pero me jode tanta bravuconería y banderismo. Quizá piensen ustedes que sin estos ingredientes falta la gracia. Puede ser. Las vuvucelas también me parecen horrorosas por lo horrísonas, pero es que yo soy muy raro.

Chinitos listos
Esperando mi turno en la caja del chino, observo la gran variedad de banderas rojigualdas que se exhiben. Una señora compra una banderita, otra pregunta: "Esto es para el domingo, ¿verdad?" El chino avispado le indica a una tercera: "Para la de tamaño grande sirve el palo de la fregona"
¡Chinito listo creando afición!