domingo, 6 de junio de 2010

Prehistoria del automóvil (Y una añoranza familiar)

Me fascina el artículo que con el título "Vamos a ver a la abuela" aparece publicado en el cuadernillo "Motor" de El País de ayer.

El año que cito a continuación está muy vivo en mi memoria sin que lo haya vivido: 1.888. Es el año en el que cierta persona relacionada con mi existencia vino al mundo en un lugar de Galicia: mi abuela materna. Así es, mi abuela lloró por primera vez en 1.888, un año en el que en otro lugar del mundo comenzó una nueva era: ¡la era del automóvil!

Pasarían unos cuantos años hasta que mi abuela Angelita viajase en coche, pero alguien iba a hacer ese mismo año un viaje "iniciático" a casa de "la abuela", de la persona que en ese año ya era abuela, porque abuelas ha habido siempre, ayer, hoy y mañana.

"La abuela" de esta familia era la madre de la viajera, de la primera mujer conductora de la historia. La volantista se llamaba Bertha Benz y su marido era Karl Benz.

Retrocedo un par de años antes del relato del viaje de Bertha a casa de la abuela: EL 3 de Julio de 1.886 un extraño artilugio recorría las calles de Mannheim. ¡No tiraba de él ningún caballo, hacía un ruido imponente y se desplazaba a 16 km/h! El hecho fue destacado en el periódico "Neve Badische Landes-Zeitung" El rotativo local lo describía como "un velocípedo de tres ruedas impulsado por un motor de gasolina" Decía que contaba con "un asiento para dos personas, y ante él, la manivela de dirección y freno"; "Todo el automóvil no es mayor que un triciclo corriente y produce una impresión muy grata y elegante"

Dos años más tarde - volvemos a 1.888 - el señor Benz fabricaba su tercer automóvil y su señora "se arriesgaba" a un viaje de 100 kilómetros "hasta casa de la abuela" Le dejó una nota a su marido en la que decía: "Nos vamos a casa de la abuela" Y se llevó con ella a sus hijos de 12 y 14 años, Eugen y Richard.

Viendo la foto del precario triciclo en el que aparecen sentados (traje, barba y bombín) los señores Karl Benz y Josef Brecht (primer comercial de la firma) tengo que reconocer que Doña Bertha Benz era una mujer valiente... además de guapa. (Otra foto que aparece en el artículo le hace este honor)

El viajecito
Empleó un día entero para recorrer los 100 kilómetros del trayecto. Se me ocurre pensar si aquellos niños pronunciaron por primera vez la famosa pregunta de todos los niños viajeros del mundo: "¡Mamá, ¿cuánto falta?!"
¡Y no existía el asfalto, amigos lectores!... El triciclo se desplazaba por caminos terrosos como lo eran todos los de aquel tiempo y de otros tiempos preteritos, caminos y caminejos utilizados por caballerías y caminantes.
Paró varias veces a rellenar agua y comprar gasolina en una botica. La gasolina era utilizada en aquella época como disolvente y se vendía en boticas. (Otro gran invento nació en una botica: ¡la Coca Cola!)
Se detuvo a reparar la cadena en casa de un herrero y también hubo de utilizar los servicios de un zapatero para que repusiera el cuero de las zapatas de freno.
Muchas incidencias en el primer viaje automovilístico de la historia... ¡y ninguna multa de tráfico, je, je!

Me ha fascinado esta historia y he dedicado un rato a moldearla a mi manera, destacando los aspectos más humorísticos y recordando que en ese mismo año nació mi querida abuela, una mujer que, como millones y millones de personas de nuestro tiempo, también viajó en automóvil.

4 comentarios:

Jesús dijo...

Odio los coches. Has de saber que la tal Berta murio de accidente de automovil.

calimeroesmalo dijo...

Pos yo que uso el coche pa todo¡¡¡
¡ Que gran invento!
¡ Es que fijese que fué inventarse el coche y descubrirse las gasolineras! ¡ descubrirse las gasolineras y de ahí, las residencias subvencionadas!
¡ Y ya de ahí MarinaDór!
¡ Que gran invento el automovil!
¡ Un abrazo Obdulio!

Obdulio de Oklahoma dijo...

Pues no, no lo sabía, Don Jesús, en el que artículo que yo leí no aportaban ese dato. Es curioso, primer viaje en automovil, primera mujer conductora y primera mujer víctima de un accidente de tráfico. Aunque, pensándolo bien no es de extrañar, porque aquella gente no le daría tanta importancia a los riesgos, lo mismo que sucedía con los pioneros de la aviación. La emoción, el vértigo, el sentirse especiales... les debía tener alucinados. ¿Quién se arriesgaría hoy en día a hacer un viaje sobre el Atlántico en un avión tan precario como el que empleó Lindbergh?
¡Abrazos!

Obdulio de Oklahoma dijo...

Así es, Don Cali, ¡y pensar que hubo un tiempo en el que no existían el automóvil, la cocacola y Belén Esteban!... ¿Cómo es posible que pudiesen vivir con tan importantes carencias?, pregúntome yo.
¡Abrazos!